En muchas ocasiones la vida se nos presenta como un juego, sobre todo en aquellas en las que el azar, la casualidad o el accidente intervienen de un modo dramático, alterando nuestros pretendidos proyectos y planes al “tirarlos por la borda” en un abrir y cerrar de ojos.
El ser humano reacciona ante estos hechos de muy distintas maneras, pero lo que ahora me interesa considerar es el por qué y el para qué de estas jugadas, de donde vienen y cual pudiera ser su objetivo, si es que acaso lo tuviera. No obstante, los hechos nos dicen que se presentan siempre en nuestras vidas acontecimientos, que aparentemente son fortuitos, que la reorientan y dirigen en una dirección que se escapa a nuestro supuesto “control y entendimiento”. En este sentido quiero reflexionar, y para ello voy a considerar los juegos de azar que tanto apasionan a los humanos. ¡Digo yo que por algo será!...
En mi caso particular cuando la vida me ha zarandeado con brusquedad, que han sido unas pocas veces, mi mente se desestabiliza, se desorienta y mi corazón se vuelve arrítmico, la motivación vital parece irse “al carajo” y entonces busco en el juego de las cartas un espacio de ausencia de mi mismo, le doy de comer a mi “mollera” y busco la forma de resolver los azarosos problemas combinatorios que me presentan las cartas, simplemente para distraerme y no pensar en otra cosa. Sin embargo la aparente escapatoria del juego, como distracción, no te desliga de tus problemas sin resolver y entonces las cartas se hacen mágicas y empiezan a “hablarte por su cuenta”.
En mi caso particular cuando la vida me ha zarandeado con brusquedad, que han sido unas pocas veces, mi mente se desestabiliza, se desorienta y mi corazón se vuelve arrítmico, la motivación vital parece irse “al carajo” y entonces busco en el juego de las cartas un espacio de ausencia de mi mismo, le doy de comer a mi “mollera” y busco la forma de resolver los azarosos problemas combinatorios que me presentan las cartas, simplemente para distraerme y no pensar en otra cosa. Sin embargo la aparente escapatoria del juego, como distracción, no te desliga de tus problemas sin resolver y entonces las cartas se hacen mágicas y empiezan a “hablarte por su cuenta”.
¡Pretendo, si no es mucha pretensión, entender y explicar lo que me han estado diciendo las cartas durante algún tiempo, con su simbólico y críptico lenguaje desde otro lugar distinto del mundo de las palabras!
Los misterios del juego de azar
¿Tienen las cartas algún misterioso poder revelador de nuestra psique profunda?. ¿Por qué la gente acude a “echarse las cartas” en los momentos difíciles de sus vidas?. ¿Por qué algunas personas se hacen ludópatas, generalmente cuando sufren problemas emocionales graves?. ¿Reflejan las cartas los ensombrecidos aspectos de nuestro mundo interior?, o más bien ¿son objetos pasivos sobre los que nuestra mente inconsciente proyecta aquello que no es capaz o no quiere aceptar a nivel consciente?.
De cualquier forma las cartas nos subyugan de un modo u otro, bien por el juego en si mismo o bien por lo que nosotros podamos proyectar sobre ellas. Parecen tener un aspecto cuasi mágico, revelador y pudiera ser que también profético. Pero la salsa que más nos gusta saborear es su condición azarosa y el reto que ello nos supone por vencerlo, sea resolviendo la combinación surgida, sea apostando al acierto y también arriesgándose al desacierto, sea esperando la respuesta reconfortante de la echadora de cartas. En cualquier caso esperamos y deseamos “descartar” el imprevisible fantasma del azar que tanto nos atormenta, confunde y amedrenta...
La pregunta más inmediata que surge entonces, gira en torno a ese desconocido y siempre escurridizo AZAR...
¿Qué es el azar?, ¿existe el azar?, ¿podemos controlarlo de alguna manera, o simplemente aceptarlo y seguir jugando?. ¿A que obedece el azar, si es que pudiera obedecer a algo, pues parece que su propia esencia no obedece a nada ni a nadie?
Sobre este tema han habido, hay y habrá muchos enfrentamientos y siempre polémica, nunca acuerdos, ni síntesis, ni puntos intermedios, pues pone sobre “el tapete de juego” el cuestionamiento de un problema existencial de gravedad: la existencia o la no existencia de la libertad del ser humano, de su libre albedrío o de su predestinación.
Para muestra hay muchos botones, en frases y expresiones comunes que utilizamos corrientemente y que son el compendio de experiencias vividas por la gente:
- ¡La vida es un juego!.
- El destino no hay quien lo cambie.
- ¡Vaya jugada que le hizo la vida!.
- Cada uno es dueño de su propio destino.
- Afortunado en el juego, desgraciado en amores.
También grandes pensadores han tratado tema tan escabroso y sus posturas, como siempre, suelen enfrentarse. La cita más famosa, por divulgada, es la de Albert Einstein:
“Estoy convencido de que Dios no juega a los dados”
Con esta frase quería señalar que no existen los fenómenos aleatorios propugnados por la física cuántica, pues todo debe seguir unas reglas.
Ante ésta afirmación de Einstein, Niels Bohr, seguidor de la corriente aleatoria de la física cuántica, le responde:
“Deja de decir a Dios lo que tiene que hacer con el dichoso dado”
Concluiremos estas entradillas ilustrativas con una enjundiosa cita al respecto de Terry Pratchett, famoso escritor británico de ciencia ficción:
"Dios no juega a los dados con el universo. Juega a un juego inefable de su propia invención que podría ser comparado, desde la perspectiva de los demás jugadores (es decir, todo el mundo), con estar en una oscura y compleja variante del poker en una habitación oscura, con cartas en blanco, con apuestas infinitas y con un croupier que no te quiere explicar las reglas y que sonríe todo el tiempo"
Carta Blanca
Casi todo el mundo conoce o ha oído hablar del solitario de cartas llamado “Carta blanca”, viene incluido siempre con los juegos de Windows en todas sus versiones. Existen muchos solitarios de cartas, pero en esencia la estrategia de juego, para todos ellos, consiste en partir de un desorden aleatorio inicial y conseguir disponer las cartas según su orden jerárquico establecido. Sin embargo, quiero centrarme en el juego de Carta blanca porque me parece el más elocuente en sus analogías con la Vida.
El objetivo de Carta blanca consiste en mover todas las cartas en su orden jerárquico a las cuatro posiciones de inicio en la zona superior derecha, utilizando para ello las cuatro posiciones en blanco (cartas blancas, de ahí su nombre), en la zona superior izquierda, como lugares comodines que permitan el movimiento de las cartas. Al iniciarse el juego, las cartas de la baraja se reparten aleatoriamente, vueltas hacia arriba, en ocho columnas dentro del área de juego. Para ganar se debe organizar los cuatro mazos de cartas en las posiciones de inicio, una para cada palo, colocadas en orden jerárquico, de menor (as) a mayor (rey).
Aunque se considera que es posible ganar en todos los juegos, no se ha podido demostrar tal extremo. Al comenzar un juego el orden dado es aleatorio, azaroso, podríamos decir que, aparentemente, las cartas están desordenadas. Al final, si hemos realizado el juego, las cartas estarán colocadas en su orden jerárquico establecido. ¡Hemos ganado la partida!
Al jugar con las cartas, la mente concreta, la que usamos para solucionar los problemas inmediatos, se pone a toda maquina y parece inundarnos el cerebro con nuestra intensa atención a la jugada. Pero las dimensiones de la mente van más allá de lo concreto, y en sus subterráneos circulan corrientes desconocidas por el consciente, que no por ello dejan de actuar. Por eso, parece que, cuanto más me concentro en el juego, más actúan esas corrientes subterráneas, las riendas del consciente están sumamente ocupadas en su juego y no intervienen para nada en impedir su fluir oculto y sumergido. ¡Entonces es cuando brotan hacia fuera!, surgen analogías con lo que estas haciendo, pero no se oponen a ello, lo utilizan para enviarnos información a un nivel esencial. ¡Las cartas se hacen mágicas y empiezan a susurrarte al oído!. ¡Escuchemos lo que dicen!...
Lo que me susurran las cartas
“Comparemos una jugada con nuestra vida. Comparemos el desorden inicial con los problemas a resolver con los que nos iremos encontrando en el transcurso de esa vida. Comparemos cada movimiento de cartas que hagamos como un intento de solución de un problema en nuestra vida, que tenemos que solucionar. Comparemos los espacios en blanco, que nos permiten movernos con las cartas, con las posibilidades que nos ofrece la vida, y no abusemos de sus márgenes si no nos queremos quedar ahogados. Comparemos las secuencias de cartas ya ordenadas, que nos pueden venir dadas dentro del reparto inicial, como oportunidades ventajosas que nos brinda la vida y aprovechémoslas. Comparemos los conjuntos de cartas que vamos ordenando con las experiencias y aprendizajes que vamos adquiriendo y que nos facilitan ordenar con más facilidad el resto de lo que nos queda. Comparemos los conjuntos más desordenados de cartas que nos encontramos, con retos importantes en la vida que seguramente nos atascan y perturban durante un tiempo largo, hasta conseguir salir de ese atasco, o simplemente nos cierran la salida y no podemos concluir satisfactoriamente el juego: ¡Hemos perdido!...
Pero no todo está perdido, siempre existe la posibilidad de reiniciar la jugada con lo ya aprendido o sencillamente comenzar una nueva jugada.
Parece que la esencia del juego, de la vida, consiste en reconducir las cartas, los acontecimientos, hacia un orden establecido previamente, cuanto más te vas acercando a ese orden más fácil resulta ordenar lo que falta, pues el propio orden, que se va estableciendo, te facilita ordenar lo que te va quedando aún desordenado.
¿Entonces el aparente desorden inicial a qué obedece?. ¿Existe un desorden inicial dado por el azar?, o ¿ese desorden azaroso es sencillamente una falta de perspectiva, una condición inicial dada por nuestra limitación y contingencia por el riesgo que elegimos asumir al comenzar una jugada?
Si el azar fuera una entelequia, una irrealidad creada por nuestras cortas mentes humanas, entonces de alguna manera desconocida, todo está determinado según un “orden ya preestablecido, incluido el reparto inicial de las cartas”.
Si el azar existiera, entonces podría ser, en teoría, “más fácil” explicar la capacidad de elegir de nuestra mente que se autoimpone un modo de configurar el mundo acomodándolo a su forma de percibir las cosas, según el orden que subyace a su propia estructura, y entonces el orden aparente sería la entelequia y lo real el desorden, el caos. Aunque ante esta posibilidad me surgen inevitablemente ciertas preguntas: ¿Cómo es posible que del desorden salga el orden?, ¿cómo es posible que donde no hay salga algo?, ¿cómo es posible que lo imprevisible produzca en nosotros, al menos, cierta capacidad de previsión y en todo caso para qué, si todo es imprevisible, azaroso?
¿Con que nos quedamos, con el orden o con el desorden?...
Yo me inclino por el orden preestablecido (no el establecido por los humanos), por el orden oculto (porque no se deja ver), por el orden implicado que diría el físico David Bohm. Eso me han susurrado las cartas en su dialogo combinatorio...
También me han dicho que el aparente desorden es necesario para poder aprender y experimentar el Orden Superior que todo lo engloba y para eso la vida siempre nos ofrece suficientes oportunidades. Cada uno de nosotros somos una carta relativamente consciente que jugamos nuestro propio juego dentro de un juego mayor del que no tenemos ni idea, o si la tenemos es muy cortita, y del que somos una carta más en la Gran Jugada. Dentro de nuestro propio juego disponemos de un cierto margen de libertad, de un espacio-tiempo para movernos dentro de unos límites que nos permitan ir aprendiendo de ese Orden Mayor que es la fuente y el destino final de la Vida”.
Hay muchas más cosas, de orden menor, que me han susurrado las cartas, pero creo haber pronunciado en voz alta las más esenciales. Así pues, terminaré ya este “juego de cartas” con una frase del gran filósofo alemán Arthur Schopenhauer:
“El destino mezcla las cartas, y nosotros jugamos”
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