viernes, febrero 17, 2012

Elecciones Políticas


Las Elecciones Políticas

Unas reflexiones en voz alta ante las “Elecciones Políticas”:

No soy de derechas, ni de izquierdas, ni tan siquiera de centro, y además no quiero ser de ninguna parte, porque todo partido por su esencia te parte, te divide, te secciona, como si de un trozo de carne se tratase: esta parte es mía, la otra es tuya, nosotros tenemos tantas partes más que vosotros y por eso ganamos, porque tenemos una mayoría de "trozos de carne"…

Así, al tomar partido pasas a ser un "tozo de carne" que se asigna a un partido y se excluye de otro, te conviertes en una mercancía de las clases políticas que negocian entre si sus intereses particulares en función del número de trozos recogidos en las urnas electorales, tu eres de este modo su moneda de cambio, su valor promocional, en definitiva su esencia de estar (que no de ser) sentados en los escaños formados por los "trozos de carne" recolectados en las urnas.

¿Y qué pasa contigo?, ¿les importas como persona?... Va a ser que no, solo les importas como un número a su favor que les otorgue su poder. Y esa es la palabra clave de la cuestión: “poder”; el poder de hacer y deshacer para sus meros intereses personales. Es lo que vemos constantemente en los medios de comunicación y lo que sabemos y escuchamos en nuestros lugares de residencia sobre los inquilinos de los ayuntamientos, y eso que solo vemos una pequeña parte de lo que trasciende, de lo que se cuela o se infiltra… Lo sumergido, lo que aún está por descubrir debe ser como en los icebergs: nueve veces más.

No importa qué partido sea, el del gobierno, el de la oposición o el del otro sitio, en todos cuecen habas y en algunos a calderadas. ¿Habrá algún inocente?, posiblemente habrá muchos “inocentones” para los que todo se hace bien, con moralidad y responsabilidad, pero la verdad es que las prevaricaciones, las prebendas, el tráfico de influencias, las comisiones, los favores, los enchufes, las recomendaciones, el meter las manos en las arcas, etc., están a la orden del día en cualquier sector político, tanto aquí en España como en el mundo en general. Y son cosas que se saben por todos, y que no me vengan a decir que fulanito no sabía nada de tal asunto; mientras las cosas no se destapan todos son muy buenos, pero cuando algo sale a flote los demás se descuelgan con cara de inocentes.

Pero la inocencia no consiste en “no saber” y menos en “no querer saber”, la inocencia consiste en la exención de toda culpa en un delito o en una mala acción y para eso hay que estar informado, ser vigilante y diligente y tener voluntad positiva de ser honesto. Por tanto tan culpable es el que hace, como el que calla o no quiere saber, máxime si tiene la supuesta responsabilidad de ser presidente, o un alto cargo de tal o cual partido. El verdadero inocente, si lo hubiese, debería decir las cosas a las claras, debería denunciar, debería destapar lo que está oculto, y no solo hablar de lo que está mal en los otros partidos que no son el suyo, pero no en el mío, por supuesto; ese maniqueísmo de la dualidad, de lo bueno y de lo malo, delata la esencia de la mentira y el engaño, pues embadurnando de mierda al otro encubro la mía propia. El verdadero inocente, si lo hubiese, debería anunciar su dimisión de la política argumentando públicamente tal postura ante la imposibilidad de trabajar honradamente en unos ámbitos tan corruptos. Quizás, en tal caso, haría una gran labor política, social y hasta humanitaria.
Pero no solo los políticos son los únicos culpables de este deplorable estado de cosas en el que nos movemos, también lo son todos aquellos que responden como ovejas a las voces de los pastores y los ladridos de sus perros, asustados ante la perspectiva de que los lobos puedan atacarnos.  Ante el miedo irracional de que pasará mañana, de que si mi voto es para este pasará tal cosa y si mi voto es para el otro pasará tal otra. En fin, el miedo y el poder se alían en un círculo vicioso que nos asfixia y que si no lo cortamos acabará ahogándonos al dejarnos sin aire para respirar libremente…

Por eso yo no quiero estar partido porque yo no soy un ser partido, yo soy alguien único, personal e indivisible y la gestión de mi vida es un asunto propio e indelegable, no quiero salvadores de nada ni de nadie, no necesito que nadie me vaya a salvar de nada, solo me tengo a mi y solo conmigo he de contar en estos asuntos de “salvación”.

Porque cuando tomamos partido por algo o por alguien nos alienamos a nosotros mismos, dejando que otros piensen por nosotros y nos enfrentamos a quienes están en el otro lado, es lo que siempre pasa con este asunto, es el germen de todas las guerras: como yo soy mejor que tú tengo derecho a pisotearte…

Solo quiero que me acompañen en la vida aquellos que están próximos a mí, los que son mis amigos, los que me quieren y me respetan y a los que yo quiero y respeto. Lo demás son quimeras inventadas para los que medran con esas historias, por eso decido consecuentemente y no quiero votar a nadie, no quiero sumarme a la división de los que están partidos.



Por J. G. Manzano


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